Hábitos saludables: De la infancia para toda la vida

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La Organización Mundial de la Salud define la Educación para la Salud como “el proceso educativo dirigido a dotar a las personas y a la comunidad de la capacidad de aumentar su control sobre los factores que tienen influencia sobre su salud”.

Un hábito es un mecanismo estable que crea destrezas o habilidades, es flexible y puede ser utilizado en varias situaciones de la vida diaria. Los hábitos conforman las costumbres, actitudes, formas de comportamientos que asumen las personas ante situaciones concretas de la vida diaria, las cuales conllevan a formar y consolidar pautas de conducta y aprendizajes que se mantienen en el tiempo y repercuten (favorable o desfavorablemente) en el estado de salud, nutrición y  bienestar.

Es importante considerar que los hábitos alimentarios, higiene y estilos de vida saludables se asimilan e integran a la personalidad durante los primeros años, consolidándose hasta perdurar incluso en la edad adulta. De ahí la importancia de brindar una orientación adecuada y oportuna a las y los docentes, a la familia y otros adultos y adultas responsables de la atención y cuidado de niños y niñas, en cuanto a qué y cómo hacer para promover la enseñanza-aprendizaje de hábitos saludables y valorarlos como herramientas que ayudan a proteger y cuidar la salud.

Para conseguir incorporar esos hábitos saludables a las rutinas diarias hay que ser constantes y pacientes para que así el proceso educativo se vaya instaurando y pueda dar fruto. Muchos de los hábitos saludables comienzan siendo un juego de imitación de las conductas de las personas mayores.

Se ha demostrado que es más fácil promover la adquisición de hábitos alimentarios y estilos de vida saludables durante la niñez que modificar los hábitos estructurados en la vida adulta, de ahí la importancia que adquiere una correcta Educación Alimentaria Nutricional (EAN) en estas edades y de que sea uno de los pilares básicos en la prevención del sobrepeso y de la obesidad.

La masificación del consumo y el desarrollo tecnológico de las últimas décadas, entre otros factores, han promovido estilos de vida no saludables en la población incluyendo el sedentarismo, la mala e inadecuada alimentación, el consumo de tabaco y el estrés.

La familia es el motor más importante para que nuestros niños y niñas sepan, pero también que quieran y que puedan comportarse de forma saludable, mediante el desarrollo de todas sus capacidades y a través de la reflexión, la creatividad, la motivación, el espíritu crítico, la autoestima y el autonomía.

 

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